miércoles, 3 de abril de 2013

DIANA CAZADORA EN LA CALLE COLÓN

Minerva encontrada en el
casco urbano de Tomares

Imagen del libro "Historia de Tomares"

Uno de los hallazgos más importantes de nuestro pasado romano es la estatua que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Sevilla de una diosa Diana cazadora. Se trata de una figura de mármol blanco de 1,08 m (posiblemente llegara a tener 1,20) ya que le falta la cabeza además de los brazos y el hombro izquierdo. En su vestimenta el peplo se ciñe bajo los pechos. El peplo era una túnica muy típica en la antigüedad, cuadrangular de lana, con grandes pliegues, doblada en dos para cubrir el cuerpo y unidas por un alfiler en cada hombro. Normalmente esta prenda se sujetaba a la cintura por un cinturón. La estatua, muy deteriorada, se apoya en la pierna derecha retrayendo la contraria, se localizó a finales del siglo XIX en nuestra localidad en un santuario que debió haber en la actual calle Colón y está fechada hacia la segunda mitad del siglo II. 
Calle Colón en Tomares
Existen algunas dudas sobre que la representación sea de la diosa Minerva o de Diana. Sin embargo por la estructura de los vestidos y la posición de las piernas nos inclinamos a que sea la diosa Diana cazadora en la línea otras como la Artemis de Dresde, cuyo original en bronce se atribuye a Praxíteles y se encuentra en el Museo del Louvre.
    Diana cazadora de Praxíteles    
Imagen en Wikipedia
Pero, ¿quienes fueron Diana y Minerva? ¿Por qué la importancia de su culto en la Hispania antigua? La diosa Diana era hija de Júpiter, el Dios principal del panteón romano, padre por tanto de todos los dioses. Como su correspondiente Artemis griega, Diana fue diosa de la virginidad y la castidad. Júpiter concedió a Diana la soltería al parecer por la aversión al matrimonio derivada de haber sido testigo de los dolores del parto de su madre. Virgen como su hermana Minerva, Júpiter la hizo diosa de los bosques y de la cacería en la tierra. 

Era por tanto la caza  su constante ocupación, por lo que siempre se representa por tanto arcos y flechas y con un perro de caza o una a un lado. El historiador tomareño Jesús Casado en su libro "Thomares de Osset Julia Constancia"   vincula esta característica de la diosa con el hecho de Osset como zona boscosa que era en la antigüedad. Su figura y su culto debieron ser importantes en la península ibérica, tanto que fue considerada como la primera divinidad femenina del panteón hispanorromano. Posteriormente pasó a ser diosa de la Luna con la creciente en la frente, siendo emblema de la castidad. En Hispania el culto a la Luna estuvo fuertemente arraigado. Contemporáneas a nuestra Diana existen otras en nuestra península como Montilla, Manresa, Almohacidi o León.
Cabeza de anciano
Imagen del libro "Historia de Tomares"
De Itálica tenemos una estatua de Diana también de mármol blanco de la isla de Paros. Aparece ataviada con sus habituales atributos como las botas altas, la túnica, el manto y la diadema en forma de media luna. No lleva carcaj (estuche portátil para las flechas), pero sí la correa para sostenerlo, que le cruza el pecho. La figura se apoya en un tronco de árbol cubierto por una piel de cervato. Posiblemente con su brazo derecho sujetara una lanza.
No fué Diana la única estatua que se localizó en Tomares de época romana.  Conservamos en el Museo Arqueológico el retrato de una cabeza de un anciano con el ceño fruncido y de expresión facial ausente. Muy deteriorada sus ojos pequeños parecen mirar hacia la izquierda y la boca cerrada.

viernes, 29 de marzo de 2013

PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA EN EL CERRO DE SANTA EUFEMIA



Hay evidencias fósiles en el Museo Arqueológico de Sevilla de haberse localizado en las proximidades de Tomares un diente de tiburón de unos 17 cms. (en la imagen) De altura entre otros restos fósiles. No cabe duda que nos referimos a finales de la era terciaria, cuando gran parte del valle del Guadalquivir era un enorme mar abierto al océano.
Hubo que esperar al período cuaternario para asistir a la colmatación progresiva de sedimentos en el valle y a la formación de terrazas fluviales en sus márgenes, consecuencia de los cambios climáticos globales en forma de glaciaciones que provocaron a su vez cambios bruscos en el nivel de las aguas. Un excelente ejemplo de estas trasgresiones y regresiones marinas la tenemos en la propia cornisa del Aljarafe.
Ya en el II milenio a. C. en la edad del Cobre y Bronce parece estabilizarse la situación en el río Guadalquivir. Sobre una colina donde actualmente se encuentra la urbanización Santa Eufemia se descubrieron en los años setenta del siglo pasado una serie de restos líticos y cerámicos, en concreto en un “sitio lateral junto a la granja del Camino Viejo, al lado oriental de la vía férrea del antiguo tren minero deAznalcóllar a San Juan de Aznalfarache”.
Estos restos y la aparición de pizarra, muy utilizada para los enterramientos, nos sugieren la posibilidad de una necrópolis en esta área. La falta de huesos sólo podría explicarse por la descomposición derivada de la propia acidez del terreno. En cualquier caso hablaríamos de restos con varios siglos de antelación a la presencia de la civilización tartésica y del tesoro del Carambolo en la vecina Camas.